domingo, 21 de agosto de 2011

Rojo es fugaz

Tenía los nervios de punta con tanto rojo, y fue por eso que cerró las pestañas. A veces perdía lo que estaba buscando y se quedaba quieta en mitad de la fresa luchando contra el olvido, pero él siempre vencía. Una vez más, cuando abrió las pestañas y respiró ya todo se había podrido y estaba tendida en una pradera de moho.
Cuando volvió a casa se desnudó y repitió el ritual de siempre: cada vez que se quedaba dormida en una fresa comprobaba delante del espejo su espalda para cerciorarse de que no tenía un charco de moho. Cuando lo tenía le costaba de dos a tres meses arrancarlo y siempre le quedaba herida. Normalmente solo salía de casa los días de sexo porque no le gustaba verlos cursiosear entre las paredes en busca de las fresas. Se pintó los labios de rojo y salió al rellano. Por poco se le olvidan las llaves. Cuando estaba en la parada del bus se dio cuenta de que se le había olvidado un zapato.
Él le echó la bronca por llegar tarde, y arqueó las cejas cuando ella le contó la historia del zapato.
- Así que has vuelto a por el zapato- dijo con un deje de incredulidad en la voz.
- Sí
- ¿Y dónde está?- Ella bajó la mirada y se sorprendió al ver sus uñas rojas al descubierto. Se encogió de hombros.
- No lo encontré.
Sin darle tiempo a discutir le pasó la lengua por el labio inferior. No le gustaba perder el tiempo, así que mecánicamente le quitó la camiseta y los pantalones y lo empujó al colchón. Él la sujetó con fuerza y se puso de pie para desnudarla.
Un grito enfadado abrió sus pestañas. Cuando la visión se le nitificó, lo vio en jarras al lado de la cama, y pensó que con la pared azul no quedaba bien enfadarse. Pasaron unos segundos hasta que su oído se afinó. Se tapó la cara y las orejas con la almohada y empezó a gritar para no escuchar la voz de él. Los chillidos se despedazaban en el aire sin leerse y los restos chocaban contra las paredes vacías descorchando el azul. Sin dejar de chillar se vistió. Se acercó a él y le tapó la boca.
- ¿Dónde está mi otro zapato?- le preguntó.
- ¡Eres la ostia, Négar! ¿Te quedas dormida mientras te follo y solo te importa el jodido zapato?
Ella le repitió la pregunta, tapándole la boca de nuevo.
- Estás loca- sentenció él, y se metió en el baño. Ella nunca había entrado a ese baño y le entró la curiosidad. No quería molestarle, pero parecía tan enfadado que probablemente no volverían a verse, así que avanzó hacia el baño. Torció la boca al pincharse el pie descalzo con un pedazo de pared porque nunca miraba al suelo. En ese momento estaba mirando la luna por la ventana, y antes del accidente sonreía porque parecía que las flores del balcón la estaban dando a luz, o igual se la estaban comiendo. Llamó a la puerta y,sin esperar respuesta, la abrió. Él la miró, y ella observó a su alrededor desilusionada. Era un baño de lo más vulgar: bidé, váter y una ducha con una cortina estampada en estrellas de mar naranjas y muy, muy feas. Decepcionada, bajó la cabeza sin mirarle y recorrió la habitación azul mirando al suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario